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AGUSTÍN SCIAMMARELLA


Se plantó en la redacción de EL PAÍS en 1992 con una carpeta de dibujos bajo el brazo, casi todos del Buenos Aires Herald, diario de su ciudad natal. Apenas tenía 27 años. Agustín Sciammarella enseguida comenzó a publicar: “El primero que apareció fue uno de Miguel Indurain y algún ciclista más. Mi sorpresa fue mayúscula: ocupó la portada del cuadernillo del Tour de ese año”.

Asegura Sciammarella, de 50 años, que la premeditación no figura en su catálogo de recursos, pero el propósito preside cada uno de sus trazos: “El humor gráfico tiene que molestar porque tiene que remover”, dice el dibujante. Se formó con el ilustrador argentino Pablo Pereyra, “un maestro de los que te enseñan una profesión, pero también te dan conceptos de vida”.

Hijo de un músico de clásica y una cantante de ópera, asegura que sus caricaturas no responden a un estudio previo del personaje. Se enfrenta a ellos a primera vista: “Hago lo que se me ocurre, como se me ocurre y como me sale hacerlo. No busco ni elaboro una técnica. A veces es un collage, otras una mancha. Hay gente que trabaja más sistemáticamente en una técnica, pero yo no sé hacerlo”, concluye...



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